17 agosto 2009

OTRA VEZ EL INSOMNIO

El frío resbala por los cristales de la noche.
Los asaltantes de la penumbra quiebran el silencio
y retiemblan sus pasos
sobre los pasillos recién bañados de neón.

Todos duermen.
Te llamo desde el profundo sur de mis latidos
desde el precipicio izquierdo de mi cuerpo
donde se hunden las palabras que no llegan a tu geografía.

Todos duermen.
Y otra noche que adivino asaltada de luciérnagas
cubre la fatiga de tus horas.
Es la distancia un muro indestructible
silencio ensordecedor como ráfaga de aullidos
que cubre mi voz sobre la cama.

Todos duermen.
Tu duermes y la madrugada te cobija.
¿Quién detiene los segundos de tu rostro en sus pupilas
mientras vas al sueño?
¿Quién ladrón asalta tu figura y abre la valija de tus ojos
para llevarte por la noche?
¿Quién espera la mañana para soltarte el amanecer
con las manos extendidas?
¿Quién aprendió tu nombre para que no digas el mío?

Nada sabrás de esta noche
de esta oscuridad sin tí
y de mis manos hastiadas del vacío
de mis hombros sin tu pelo
de mis pies cansados sin tus pasos
de mis sexo dormido de esperarte.

Nada sabrás
porque van mis palabras nómadas
perdidas en el trazo de la bóveda celeste
y no sabemos de tí
ni mis labios ni sus besos inmóviles y amotinados.
y te extrañan los contornos de mi cuerpo
y mi dedo índice que sabe de memoria tus recónditos placeres.
Extraño el goce de tu pecho
que asoma en el pezón endurecido
tu sexo de flor al mediodía
tu llanto que bebí para embriagarme de nostalgia.

Nada sabrás
de esta oscuridad
de esta negra redundancia
en los rincones de mi voz sin tus oídos.
Nada sabrás
porque amanece
nada sabrás
porque este es el fin
y no estás
esto es todo.
Todo.